Discurso pronunciado en ocasión de la Jornada de Betances
Plaza de Cabo Rojo, 4 de abril 2008
Por: Wilma E. Reverón Collazo
Hace 160 años, un joven puertorriqueño estudiante de medicina es testigo de la Revolución Francesa de 1848. Ramón Emeterio Betances forma parte de una multitud de más de cien mil hombres y mujeres que toman las calles de París y establecen barricadas por toda la ciudad, con adoquines, árboles, autobuses volcados, faroles y raíles. Esta revolución obtiene uno de los grandes logros de los derechos humanos: suprimir la esclavitud negra en las colonias francesas del Caribe.
Nos dice el Dr. Felix Ojeda Reyes, que esta revolución se le presenta a Betances como una revelación misteriosa y a partir de entonces, ¨madura de súbito su inteligencia política y como en los escritos mágicos de la literatura caribeña, ante sus ojos aparece un nuevo universo, con nuevas leyes e inexplicable enigmas.¨1
Ese momento histórico marcó para siempre no solo la vida de un hombre, sino la de un pueblo entero. Betances comienza desde ese mismo momento a luchar por la abolición de la esclavitud y por la independencia de las Antillas y adquiere una clara conciencia de lo que es el imperialismo en sus más crudas manifestaciones.
Esos sucesos del 1848 son el pie forzado de la Revolución de Lares de 1868. La Revolución de Lares encarna y contiene como objetivos, no solo la obtención de la independencia patria, sino que Betances no concibe la patria sin la libertad de los humanos que la componen. De ahí los Diez Mandamientos del Hombre Libre, inspirados en reclamos de derechos humanos y justicia social, objetivos que no pueden ser conquistados si no es con la independencia absoluta. Su conciencia anti-imperialista es plena y es firme.
Independencia que aspira a conquistar, no para aislar el país, al contrario, sino como explica el Profesor Paul Estrade, para que formara parte de una Confederación de las Antillas que permitiera a través de la unión de recursos y riquezas, acoger ¨de manera lúcida, moderada y equilibrada¨ al capital, las técnicas, a los hombres y las ideas procedentes del mundo industrializado, de suerte que el desarrollo económico fuera pronto un hecho¨ y que ¨ninguna potencia extranjera se impusiera por su tamaño y su pujanza.¨2
Por la libertad de Cuba y Puerto Rico y la preservación de Haití y la República Dominicana, Betances luchó como si fuera un solo pueblo. Cuando en Haití se entronizó el dictador Lilly Heureux, Betances conspiró para su derrocamiento, como conspiró con los cubanos y dominicanos contra España por la libertad de Cuba y Puerto Rico.
¨… en mi concepto, el porvenir de nuestros países está en una Confederación de las grandes Antillas, que pudieran formar una nación marítima de 25 millones de habitantes.¨3
Durante sesenta años Betances ejerció todas las formas de lucha posibles para lograr la libertad de sus pueblos: conspiró políticamente, participó en conspiraciones armadas como la de Lares en 1868, apoyó las guerras de la independencia de Cuba, levantó fondos para las causas antillanas, utilizó su pluma hiriente y encendida para denunciar, polemizar y educar publicando en periódicos a través de Europa, Estados Unidos y el Caribe y buscó activamente la solidaridad internacional. Entendió que cada instancia de lucha tenía su momento y su relevancia y que no había porqué descartar una a favor de otra.
Cuando pudo aportar con los conocimientos de su profesión, tampoco dudó en atender las necesidades de salud de su pueblo, de los más humildes y desamparados, de los que nadie quería atender, como los esclavos. Puso su vida entera, su hacienda, su mente y sus manos a la lucha por la libertad grande, la de todos los hombres y mujeres, de todas las razas, de toda condición social.
Abjuró y alertó contra las componendas, las llamadas reformas autonomistas, que solo entorpecerían el camino hacia la ruta final de la independencia. En una carta a Don Antonio Vélez Alvarado del 6 de febrero de 1892, Betances dice:
¨Usted sabe que en nuestro país los separatistas están anatematizados hace tiempo; y yo no me siento capaz de hacer un trabajo que les dé razón a los autonomistas de hoy ni los de ayer. Yo sé que soy el vencido: pero tengo la esperanza que nuestros paisanos se dirán algún día que si algún partido ha dado en Puerto Rico prueba de virilidad, ha sido el partido de Lares, el separatista. El gobierno español ha tenido la habilidad de adormecer a la mayoría de los que estaban con nosotros, haciéndoles la insignificantes concesiones que hoy poseen: pero es bueno recordar que todos los gobiernos despóticos han seguido en todos los tiempos la misma política, en cuanto han creído a un pueblo capaz de reclamar sus derechos con las armas en las manos. No olvidemos, pues, que Lares significa algo en la contienda puertorriqueña para la obtención de la libertad; y yo que he sido, soy y moriré separatista, me figuro que sin revolución y sin independencia no seremos nunca sino la eterna colonia de España.¨4
Las condiciones que hoy enfrenta Puerto Rico no son tan distintas a las que enfrentaba Betances en la segunda mitad del Siglo 19. El colonialismo y por ende el imperialismo, no ha cambiado mucho en siglo y medio, como tampoco las formas de lucha ni las disyuntivas que se nos presentan. Veamos por ejemplo lo que Betances nos describe sobre los partidos y las elecciones en la colonia de España:
¨…todo está en orden y no ha sido con el objeto de poner trabas a los electores sino con el fin de robustecer la autoridad.
Con todo y esto ha habido elecciones y se han delineado claramente tres partidos: El partido radical o revolucionario que no tiene nada que hacer con elecciones de diputados españoles y que, siguiendo con el alma los progresos de la revolución cubana, cuenta combatir como ella, por la independencia de la patria. Este, naturalmente se ha abstenido de tomar parte en la lucha (electoral) y ha dejado a los otros dos el campo enteramente libre. No sé cómo llamar a estos últimos, pues ambos se decoran con el nombre de ¨Partido Liberal¨ (Reformista y Conservador o Incondicional Español) y recuerdan, por sus proclamas la historia de aquellas dos compañías de acróbatas, chinos los unos y japoneses los otros, que llegaron a La Habana y que, después de haberse alojado en la misma calle, ponían en sus anuncios los primeros: ¨No confundir con los chinos de enfrente que son japoneses; nosotros somos los verdaderos chinos.¨ y los segundos: ¨No confundir con los japoneses de enfrente que son chinos; nosotros somos los verdaderos japoneses:¨Al fin y al cabo, unos y otros eran turcos.¨5
En vez de chinos y japoneses, nosotros hoy tenemos a los que aman a la nación americana y a los que atesoran la ciudadanía estadounidense y los cuatro pilares de la unión permanente: pero todos son igualmente turcos. Por cierto, parece que los yanquis han decidido darles con los pilares por la cabeza a los partidarios del ELA.
Por eso, con esa visión profética Betances decía que lo mismo da ser colonia yanqui que española¨ y que estaría ¨en lucha contra el americano, a quien veré apartado de nuestras playas con el mismo placer que al español.¨6
Maldonado Denis7 nos dice que Betances truena contra los que quieren ver a Puerto Rico como un estado más de la unión norteamericana:
¨¡Sí! Yo los conozco bien y los he visto en Puerto Rico, en Santo Domingo , en Haití y entre Cubanos, a esos anexionistas caducos, ricos hombres, en general pobres ancianos amantes de su país, seguramente, pero ya desesperanzados y con el único deseo de gozar en él días de paz, de seguridad y de ventura. Y entonces, olvidándose de las generaciones futuras y sin pensar más, se echan a soñar que el manzano daría sabroso frutos en La Habana y la palma jugosos cocos en Washington, como si bajo climas para ellos mortales ambos árboles no estuvieran condenados a perecer.¨
Como ven, los anexionistas de hoy son los nietos de los anexionistas de la época de Betances y los reformistas de hoy son los nietos de los que Betances llamaba ¨los indecisos¨. A esos indecisos les ha llegado la hora de decidirse y les repetimos lo que le dijo Betances a sus abuelos:
¨Con vosotros o sin vosotros la revolución se hará en Puerto Rico: con vosotros será grande, majestuosa, poderosísima y por lo tanto evitará horrores y salvará nuestra tierra sin dejarla extenuada; sin vosotros, será violenta y sin freno, y si no menos gloriosa, traerá por lo menos incendios y derramará sangre hasta poner a la más dura prueba las últimas fuerzas de la patria. ¿Qué preferís? Escojed y entendámonos al fin.¨
¨Decidíos, ya es tiempo, pues todo se está preparando. Con vosotros o sin vosotros.¨
No hay duda, que ha llegado lo que Don Pedro llamó la hora definitoria. Después de 110 años de lucha de resistencia, podemos decir con orgullo que hemos logrado detener el avance del minotauro americano, como lo llamaba Betances. No subestimemos por un momento los logros de la lucha de los separatistas: resistimos y preservamos con nuestra lengua, el español, la cual no han podido quitarnos; resistimos el reclutamiento de jóvenes puertorriqueños durante la guerra de Viet Nam; sacamos a la Marina de Guerra de Estados Unidos primero de Culebra y luego de Vieques; impedimos la usurpación y destrucción de nuestras montañas al detener los planes de explotación minera. No hemos cejado nunca en la defensa de nuestros presos políticos y prisioneros de guerra. No le hemos dado tregua a los Yanquis en la denuncia del colonialismo en los foros internacionales. Mantenemos los más profundos lazos de afecto y colaboración con nuestros hermanos de la Cuba revolucionaria, haciendo la campaña por la excarcelación de los cinco héroes cubanos parte de la campaña por la libertad de los hermanos puertorriqueños Oscar López, Carlos Alberto Torres y Haydeé Beltrán. No hay lucha de pueblo, social, ambiental, laboral, donde nosotros los separatistas no tengamos un compromiso de trabajo firme y consecuente.
Somos dignos hijos, nietos y biznietos del Padre de la Patria, Ramón Emeterio Betances. La revolución tiene que ser nuestra pasión, como nos conminó Betances:
¨Mi pasión es hoy la revolución borinqueña. Mándeme un himno que haga salir fusiles, fusiles nada más (no pido hombres) de la tierra, que arrastre las piedras y sople llamas y fuego sobre los déspotas. Mi corazón se rompe a latidos cada vez que me quedo pensando que somos esclavos miserables, infames, envilecidos. ¡Quien tuviera una mano titánica, oh Borinquen!, quien pudiera arrancarte de la base de los Andes y precipitarte al fondo del Océano, primero que verte arrastrado, prostituta, la embrutecida servidumbre y besando los pies del tirano.¨8
Entonces queda la pregunta planteada: ¨Qué hacen los puertorriqueños que no se rebelan¨
¡Que viva Puerto Rico Libre!
miércoles, 23 de abril de 2008
LA RESISTENCIA ES LUCHA
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Wilma Reverón
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