domingo, 11 de marzo de 2007

Puerto Rico al día - Diciembre 2006 - II

IV. La represión en Puerto Rico: el Buró Federal de Investigaciones
Por Julio Ortiz
COPRONU


No se puede explicar cómo ha permanecido el colonialismo en Puerto Rico por los últimos 108 años sin mencionar las acciones represivas del FBI en la Isla desde la década de los treinta. El Buró Federal de Investigaciones trabajó mano a mano durante más de cuarenta años con la Policía de Puerto Rico dejando un bochornoso historial de persecución, muertes y represión. Con la eliminación de la división de inteligencia de la Policía de Puerto Rico en la década del ochenta, el FBI ha tenido que incursionar directamente en asuntos domésticos puertorriqueños revelando de esta manera la funesta cara que escondía mientras la Policía de Puerto Rico ejecutaba sus intervenciones cuasi militares. El trabajo paramilitar ejecutado por el FBI en la Isla pone a flor de piel el carácter colonial, represor e intervencionista de la presencia estadounidense en las Islas de Puerto Rico. La mano perversa del FBI ha estado presente desde el 1935 en aquellos momentos en que el pueblo puertorriqueño ha sido hostigado y masacrado, también ha estado directamente implicados en atentados terroristas y en asesinatos de líderes políticos. Todas estas acciones han tenido como propósito el debilitamiento y el desbande de las fuerzas políticas que históricamente han exigido la libre determinación e independencia de esta nación caribeña y latinoamericana.

La reciente manifestación de esta represión directa a la altura del Siglo XXI fue el asesinato de Filiberto Ojeda Ríos el 23 de septiembre 2005 en el municipio de Hormigueros. Durante dos días se mantuvo un país de 3.8 millones de habitantes en vilo y confundido por medio de la desinformación respecto a lo que estaba sucediendo en este operativo totalmente ejecutado por mas de 200 agentes federales del Estado de la Florida. Durante todo el 2006 el pueblo puertorriqueño, su gobierno, y sus fuerzas de seguridad pública han tenido que presenciar como simples espectadores el asalto y la intervención indiscriminada del FBI en hogares, en edificios públicos e instituciones gubernamentales (en los municipios de San Juan, Aguadilla, Hormigueros, Mayagüez). La represión abierta del FBI a partir del año pasado, junto al hecho de que los grupos armados han estado ausentes de la vida publica durante la década del noventa, han levantado el disgusto popular que se expresa en todas las esferas de la sociedad puertorriqueña. Ejemplo de esto es la investigación sobre el asesinato de Ojeda Ríos y la demanda incoada por el Departamento de Justicia de Puerto Rico en contra del Departamento de Justicia de los Estados Unidos por su negativa a colaborar con la investigación independiente del Gobierno de Puerto Rico.

Frente al rechazo y el descrédito que sufre el FBI ante la opinión publica y el gobierno de Puerto Rico, el Buró diseñó nuevas y osadas formas de represión e intervención. La oficina del FBI en San Juan ha comenzado una campaña de entrenamiento de civiles que busca preparar empresarios, empleados públicos, escolares y ciudadanos en general en técnicas antiterroristas y de inteligencia. Al igual que en los últimos setenta años, el FBI esta recurriendo al fanatismo y al sectarismo político de algunos puertorriqueños para frustrar e intervenir en transformaciones políticas de la Isla.

La incursión del FBI en la vida política y pública de Puerto Rico tuvo su primer resultado un 24 de octubre 1935, fecha en que asesinan cuatro jóvenes universitarios independentistas cerca de la Universidad de Puerto Rico en un acontecimiento conocido en la historia de Puerto Rico como “ La masacre de Río Piedras”. Se conoce que el plan fue diseñado por el Gobernador Winship, el Coronel Riggs, y el “Attorney General” Lic. Benigno Fernández García. Estos mismos personajes también estuvieron involucrados en la masacre de 19 puertorriqueños nacionalistas en medio de una manifestación política pacifica en la ciudad de Ponce. Este episodio triste para la memoria colectiva puertorriqueña es conocida como “La Masacre de Ponce”.

El movimiento independentista puertorriqueño fue el segundo gran objetivo de la iniciativa del FBI llamada “Counter Intelligence Program” (COINTELPRO) durante la Guerra Fría. Esta campaña se dedicó a perseguir y desarticular organizaciones políticas que buscaban provocar cambios políticos dentro de territorio estadounidense por medio del activismo comunitario. Los documentos desclasificados conocidos demuestran que en 1960 se iniciaron operativos contra el Movimiento Pro Independencia y organizaciones puertorriqueñas en Nueva York y Chicago. Estos operativos, según se desprende de fuentes oficiales del Buró, buscaban interferir con las actividades normales de las organizaciones puertorriqueñas independentistas y soberanistas y desarticular sus funciones y actividades.

En 1967 el FBI intervino en el referendo sobre el estatus político de Puerto Rico, que no solo fue promovido por la clase política isleña si no también por las recién independizadas naciones africanas dentro del seno de la Asamblea General. Las intervenciones indebidas siguieron hasta las elecciones del 1968, en que un partido soberanista (el Partido del Pueblo) intentó conciliar las demandas del independentismo y el autonomismo dentro de su agenda política.

En esa misma década el FBI interviene en los medios de comunicación colocando artículos y editoriales por medio de escritores o suministrando el borrador de ciertos artículos a los medios de comunicación masiva. Ciertos medios publicaban estos artículos enviados por el FBI para tergiversar informaciones sobre ciertos temas decisivos o conflictivos para el País, para desinformar maliciosamente y para desacreditar organizaciones y personas afiliadas a organización o partidos políticos que demandaban la soberanía de la Isla. Una actividad bastante conocida por los puertorriqueños era la infiltración de agentes federales en organizaciones independentista o la creación de seudo grupos independentistas.

Actividades que buscaban aterrorizar la población y causar daños a la propiedad pública y privada fueron comunes durante la década del setenta. Ejemplo de esto fueron las siguientes acciones: la explosión de bombas en periódicos, comercios y en comités políticos de grupos que impulsaban la independencia de Puerto Rico, atentados armados contra residencia de independentistas y preparación de carpetas a personas independentistas o que de alguna manera buscaban cambiar el status quo.

El asesinato de Santiago "Chagui" Mari Pesquera, hijo del líder independentista Juan Mari Brás, del empresario cubano Carlos Muñiz Varela y de los jóvenes independentistas Arnaldo Darío Rosado y Carlos Soto Arrivi levanta desconfianza y sospecha sobre las acciones y operaciones del FBI y sobre el alcance de las acciones de COINTELPRO durante la década del setenta y el ochenta. Grupos del exilio cubano activos políticamente en Puerto Rico y el FBI son los señalados constantemente por la opinión pública como los responsables de estos crímenes políticos. En el caso de Darío Rosado y Soto Arrivi, agentes de la policía de Puerto Rico y de su división de Inteligencia fueron procesados y juzgados por estos crímenes. La repugna popular a este ultimo caso obligó al gobierno de Puerto Rico a desmantelar la División de Inteligencia de la Policía. Actualmente el Departamento de Justicia lleva a cabo una investigación que busca encontrar los culpables del asesinato de Mari Pesquera y Muñiz Varela.

El arresto masivo en 1985 de alegados miembros de grupos armados por parte de 300 agentes del FBI. En este episodio el FBI entró a casa de familiares de los arrestados y de vecinos buscando evidencia y destruyendo propiedad privada.

Esta agencia federal históricamente ha tenido la función de hostigar y amedrentar el pueblo puertorriqueño con la única intención de obstruir su natural derecho a la libre autodeterminación tal y como lo ha reconocido las Naciones Unidas en 24 ocasiones desde 1973 de acorde a la Resolución 1514(XV) de su Asamblea General. La última resolución aprobada por el Comité de Descolonización en junio del 2006 afirma que los Estados Unidos debe honrar un proceso que permita al pueblo de Puerto Rico ejercitar sus derechos inalienables. La continuación de esta oleada represiva intervencionista que se extiende intermitentemente por más de 40 años, no abona, si no más bien frustra y enajena este pueblo caribeño del ejercicio de sus derechos naturales.


V. La Pena de Muerte en Puerto Rico
Por Julio Ortiz
COPRONU

El debate de la pena de muerte pone de relieve la condición colonial del Estado Libre Asociado y las divergencias entre el sistema legal puertorriqueño y el estadounidense. La Corte Suprema de Puerto Rico determinó en el 2000 que la pena de muerte violaba la Constitución de Puerto Rico ya que va en contra de la Ley de Relaciones Federales y la Constitución del Estado Libre Asociado. Un año después el Tribunal Federal de Apelaciones de Estados Unidos en Boston revocó la sentencia aduciendo que Puerto Rico esta sujeto a la imposición de leyes federales como territorio de los EE.UU. Esta decisión de la Corte de Boston fue ratificada tiempo después.

Puerto Rico abolió la pena de muerte en 1929 y la Constitución de Puerto Rico en 1952 prohibió la aplicación de la pena capital. El articulo II, sección VII de la Carta de Derechos de la Constitución afirma: “Se reconoce como derecho fundamental del ser humano el derecho a la vida, a la libertad y al disfrute de la propiedad. No existirá la pena de muerte”.

Este punto contencioso es efecto directo del “Pacto” que se estableció en 1952 por medio del Estado Libre Asociado de Puerto Rico. En el año 1950 el Congreso de los EE.UU. aprobó la Ley 600 que autorizaba al pueblo de Puerto Rico para constituir un gobierno constitucional. Tal ley fue aceptada por el pueblo por medio de un referendo, acto seguido se eligieron los delegados y estos redactaron la Constitución. Una vez redactada la Constitución fue editada, alterada y aprobada por el Congreso como parte de un proceso de aprobación que duró meses. La enmienda que es clave para entender todo este entuerto es la que determina que cualquier cambio, revisión o enmienda de la Constitución tenía y tiene que pasar por el cedazo del Congreso estadounidense. El Congreso, sin embargo, no eliminó la prohibición de la pena de muerte de la Carta Magna puertorriqueña. La imposición de la pena de muerte es un conflicto entre el gobierno de Puerto Rico y los Estados Unidos que pone en entredicho la legalidad de esta relación en cuanto y en tanto una constitución soberana de un país esta supeditada a las prerrogativas soberanas de un segundo estado.

Si la Corta Suprema de los Estados Unidos logra imponer la pena de muerte a los ciudadanos puertorriqueños no solo se violaría su Carta Magna, si no también la validez de su llamado “autogobierno”, la dignidad el pueblo boricua y todas las convenciones internacionales que ilegalizan internacionalmente tal barbarie. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, Art.3, garantiza el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad personal. La penal capital es prohibida como garantía de los derechos humanos y la dignidad del individuo por el Protocolo Num.2 del Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles aprobado por la A.G. de la ONU en su resolución 44/128 del 15 de diciembre de 1989. El artículo 4 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos reconoce el derecho a la vida y restringe la aplicación de la pena de muerte.

En la justicia estadounidense existen 38 delitos que acarrean pena de muerte.
Entre ellos están los delitos de traición, espionaje, tráfico de drogas, aconsejar o autorizar el asesinato de un funcionario publico, jurado o testigo en ciertos casos. El caso contra el joven Carlos Ayala López por asesinato de un guardia federal fue decidido el 18 de septiembre 2006 por medio de una sentencia de cárcel perpetua impuesta por un jurado puertorriqueño. La Coalición en Contra de la Pena de Muerte es la organización no gubernamental en Puerto Rico que lidera la ofensiva en contra de que esta imposición imperial tenga éxito en esta isla caribeña. Nuestro pueblo siempre ha rechazado este tipo de medida punitiva por considerarlo inhumano e innecesario y contrario a los valores de convivencia pacifica tan enraizados en la identidad de la nación puertorriqueña.

VI. Puerto Rico: cultura que se reafirma en la resistencia
Edgardo Díaz Díaz
COPRONU


A la altura de hoy, pocos lugares hay en el mundo, subyugados política y económicamente como Puerto Rico, una isla de las Antillas, cuyos habitantes se han valido de todo recurso para dar a valer su presencia y dignidad como pueblo ante la agobiante influencia económica de los Estados Unidos de Norteamérica, país que invadió la isla en 1898 y se apropió de ella sin consultar a sus habitantes, un año después mediante el Tratado de París de 1898. Entre esos valiosos recursos está su cultura, que se manifiesta a través de su música, sus bailes, su literatura y poesía, además de su cultura legal y política . El idioma que articula buena parte de estas expresiones es el español. Desde el primer día de la invasión, los norteamericanos se propusieron "americanizar" a los puertorriqueños imponiendo el inglés en el sistema educativo sin establecer un adecuado proceso de transición lingüística. Esta imposición resultó ser traumática para la población, forzada a resolver los aspectos más urgentes de su vida diaria, e incluso legales, en una lengua que no les era familiar. Al trauma lingüístico le añadimos el proyecto para desarticular los estilos de convivencia, así como el imaginario en torno a los grandes logros culturales de los puertorriqueños antes de la invasión. Por ejemplo, los educadores norteamericanos transmitían la idea de Puerto Rico como un pueblo de "cultura inferior," donde era necesario "civilizar," a su gente como lo aseguro el Nelson Miles, oficial norteamericano conocido por su rol en la masacres de los indios en Wounded Knee. Esos "educadores" se dirigían a los niños puertorriqueños, refiriéndose a Puerto Rico como un pueblo "sin historia" y “sin cultura.”

Lo cierto es que antes y después de la intervención norteamericana de 1898, hasta nuestros días, la contribución cultural de los puertorriqueños al mundo -- sin hablar solo de su resistencia cultural -- fue, y sigue siendo, enorme. Si, antes de 1898, el mundo latinoamericano bailaba al ritmo y acordes de la danza puertorriqueña, hoy el mundo entero canta sus boleros por Pedro Flores y Rafael Hernández, y disfruta de su salsa y reggaetón. Si de Puerto Rico salieron con esa danza virtuosos como Ana Otero y Gonzalo Núñez, que conquistaron el mundo conciertos en centros culturales “más” avanzados como París, Londres y Nueva York, hoy la isla sigue ofreciendo intérpretes de la valía de Sanromá, y las Figueroa y los Morales. Y ni hablar de intérpretes populares como Juan Tizol, Tito Puente, o de la nuestra contribución en el jazz durante la Primera Guerra Mundial

A Manuel Zeno Gandía hacia 1890 se tiene como uno de los precedentes más notables del modernismo literario en toda la América; así, en nuestros días Luis Rafael Sánchez constituye una de las máximas figuras del mundo literario hispanoamericano de hoy. No es “gracias” a la condición colonial de Puerto Rico sino, a pesar de ella, que los puertorriqueños han dado de lo mejor de su cultura para decir “presente” en una “asamblea general” de que destaca el postergado espíritu de la libertad sostenido por el pueblo boricua.

No es a través de los medios de comunicación norteamericanas, indiferentes a todo lo que les sea distinto, que Puerto Rico da testimonio inequívoco de su presencia en los Estados Unidos y el mundo, sino a fuerza de su acción social, que grupos como los Young Lords y sus alianzas con organizaciones de avanzada han generado a pasos agigantados la fuerza para el cambio que beneficie a la población marginada de esa nación. Ya esto conlleva alianzas inter-étnicas estratégicas que han redundado en expresiones como el “bugalú” y el “rap” latino.

Pero, más allá de esa fuerza social, la energía cultural y el acto de existencia misma de los puertorriqueños se ha transmitido primordialmente a través de las redes culturales de la América Latina. Una vez la América Latina se hizo sede del espíritu de "Nuestra América" promulgada por Betances y Hostos y seguido por Marti; hoy Juan Mari Brás y Rubén Berríos constituyen sólo dos de los muchos puertorriqueños que promulgan el irreductible carácter de una cultura política común con la América Latina, porque es que somos latinoamericanos. Por eso, no tiene sentido alguno que se nos siga llamando "norteamericanos," especialmente cuando es de sus círculos más poderosos, que proviene la negativa a aceptar la valía cultural y existencia de los puertorriqueños como pueblo.

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